Te entregué
de mi brazo extendido,
el estuche donde se columpiaba
la evidencia de la cómplice mirada,
toda compartimentada,
asediada por brillantes inquilinos;
sus murmullos incriminantes,
inquietantes pisadas
en la dubitación
creciente.
La bebida
que transformó
la órbita
del rabillo;
la espuma de la boca,
la orilla que cesa
de resistirse a la conquista
de la madera,
ya en tus manos;
es el arma perfecta,
tu mirada
el cerrojo
arrojado
el mensaje de ultramar.
lunes, 18 de febrero de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario